El deseo por conocer es innato en las personas, el gusto por adquirir nuevos saberes y acrecentar el caudal y profundidad de los que ya se dispone. El niño intuye que el conocimiento es posible, que saber y aprender generan el mayor de los regocijos del espíritu. Nos lo muestran día a día, sorprendiéndose de todo aquello que a nosotros los adultos nos parece natural. Y en Filosofía nada más importante que el asombro: es uno de los orígenes que mueve en todo tiempo el impulso a filosofar. Admiración ante el espectáculo de la Naturaleza, de la vida y sus ciclos, del tiempo mismo que transcurre y se presenta ante nosotros. La Filosofía abraza esa actitud, es necesario reconocer que uno no sabe para poder dedicarse a investigar y aprender.
Cuando Sócrates es indagado sobre su sabiduría, él responde "sólo sé que no sé nada". No se reconoce como un ignorante, sino al contrario, como el más sabio, puesto que al no conocer, se preocupa por encontrar la verdad y esforzarse por el conocimiento. Los niños son como nuestro afable Sócrates, iniciador de la Filosofía del hombre. Sin tapujos, la pregunta irrumpe espontánea, pero no liviana: para un niño un conocimiento es de tanto interés como el juguete que sostiene en sus manos. No hay en ellos miedo o verguenza al preguntar, al contrario, se satisfacen en la pregunta y aún mas en la respuesta.
Pero esta respuesta sólo puede surgir de una manera: desde la INDAGACIÓN FILOSÖFICA. No, nuestros niños no irán a leer pesados volúmenes de seriecísimos autores del siglo pasado, ni tampoco irán a estudiar las teorías metafísicas griegas. Al contrario, el pensamiento surge desde la raíz mas originaria, en la actitud filosófica por excelencia: el reconocer que no se sabe y partir de este primer conocimiento. El niño no se encuentra solo en esta fascinante empresa: el docente actúa como guía, como facilitador, como moderador, como motivador de la pregunta. Pero es él mismo quien debe buscar una respuesta, quién debe llegar al camino y transitarlo. En filosofía valoramos mas una pregunta bien hecha que una respuesta perfecta. ¿Por qué? Porque a veces nos sentimos tentados de dar por acabada una investigación, un pensamiento, un dilema; con la primera de nuestras conclusiones, sin pensar que en realidad una respuesta no es mas que la punta del iceberg de todas las otras que nos podemos formular. Inculcamos en nuestros pequeños el arte de preguntar y descubir en conjunto, la Filosofía no es una actividad reclusiva sino esencialmente compartida: los significados se crean desde las emociones, las relaciones interpersonales, desde compartir y disfrutar.
Pensamos que los niños pueden hacer filosofía, que deben hacer filosofía y que la filosofía esta en el corazón mismo de la educación. De modo que sentimos la necesidad de abordar el tema de filosofía en el currículo a través de una indagación del concepto de enseñar para pensar mejor: específicamente que significa y que importa. Abordaremos temas relacionados con el pensar, la indagación comunitaria, el dialogo, la formulación de preguntas y la búsqueda de sentido.
La incorporación de la filosofía en la escolaridad es el ingrediente esencial para equiparar a las próximas generaciones de adultos con herramientas para construir un mundo mejor. Pero la finalidad de este proyecto no es convertir a los niños en pequeños o grandes filósofos, sino en individuos que sean capaces de tomar decisiones que prevean consecuencias de sus acciones, que sean en la vida activa más reflexivos, considerados y razonables: es decir mejorar la capacidad de juicio para mejorar la acción.
OBJETIVOS GENERALES:
Flexibilidad
Capacidad para cambiar de posición
Confianza en sus argumentos
Tolerancia
Autonomía
Cordialidad.